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CRAE y CREI: radiografía de los centros de protección a la infancia en Cataluña y España

Introspección a la realidad de los centros residenciales temporales

CRAE y CREI, ¿qué son?

Los centros residenciales temporales para menores tienen como objetivo el cuidado y educación de aquellos niños, adolescentes y jóvenes de los que su familia no se puede hacer cargo mientras no cumplan la mayoría de edad. 

 

Como se explica en el portal de organismos de la Generalitat de Catalunya, tanto los Centros Residenciales de Atención Educativa (CRAE), como los Centros Residenciales de Educación Intensiva (CREI), mediante la coordinación y supervisión de la Dirección General de Atención a la Infancia y a la Adolescencia (DGAIA), que se encarga de establecer los programas educativos, desarrollan diversas actividades y acciones para los menores tutelados. 

 

La categorización de los jóvenes como tutelados va a cargo de la misma DGAIA, la cual se encarga de determinar en qué casos se debe clasificar al menor como una persona que necesita asistencia social y educativa, debido a que no tiene una referencia adecuada y no es capaz de independizarse. La diferencia clave entre los dos centros reside en la franja de edad y en el objetivo principal de la guarda.

 

Según explica el Ayuntamiento de Barcelona, por un lado, el CRAE acoge a menores desde los cero años hasta los 18. Su función se basa en su cuidado y educación, ya que la familia no tiene los recursos o la posibilidad de ofrecérselo. El objetivo es conseguir formarlos y prepararlos para llegar a un futuro independiente y laboral, desarrollando así la plena autonomía personal. Por lo tanto, los servicios que se les ofrecen durante la estancia son: acogida y convivencia, residencia y alimentación, descanso y entretenimiento, higiene y atención psicológica, social y educativa. 

 

Juan Llamoza, educador del CREI El Pedrenyal y ex trabajador del CRAE Las Viñas, asegura que estos recursos “hay veces que se utilizan demasiado a la ligera”; pero que, en otros casos, “es mejor para la vida del menor, aunque sea muy duro criarse en un centro como es un CRAE, que esté ahí y no con su familia, porque su familia tiene conductas de consumo de drogas, abuso…”.

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En los CREI, sin embargo, aunque también se encargan de desarrollar sus capacidades, el foco de sus actividades y programas está en la educación, en concreto, en la educación intensiva. Para empezar, solo acoge a jóvenes de entre 12 y 18 años, puesto que trata con tutelados con alteraciones en la conducta. Por eso, su principal trabajo es controlar situaciones provocadas por actitudes problemáticas y enseñarles a los residentes las posibles soluciones y alternativas.

 

Juan Llamoza destaca, desde un punto de vista personal y profesional, que la principal diferencia entre un centro de atención educativa y otro de educación intensiva reside en la “disciplina” y el control: “En el CREI tenemos vigilancia 24 horas. En el CREI, hasta los bolígrafos están contados para evitar que haya problemas de mal uso, que se intenten autolesionar con ellos…”. Matiza, pues, que “en el CRAE son mucho más permisivos en este aspecto”. Sin embargo, asegura también que “son bastantes” las diferencias a destacar. Entre ellas, trae a colación las franjas de edad, el hecho de que los centros de educación intensiva ”nunca son mixtos” y el volumen de usuarios de cada tipo de centros: “en un CREI tampoco puede haber tantos usuarios, sobre todo porque tienes el peligro de amotinamiento”. Además, en estos, se come “por orden” y se impide la relación entre los residentes.

 

El educador aprovecha también para criticar que “los medios de comunicación hacen mucho daño a lo que es el ámbito”. Lamenta que los usuarios de los CRAE y CREI se relacionen siempre con distintos “tipos de delincuencia” y asegura que, para él, esos casos “son negligencias educativas, tanto por parte de la familia como por parte del CRAE en el que hayan estado antes”.


Pese a los diferentes objetivos, según la asociación ISOM, ambos centros actúan como servicios residenciales operativos las 24 horas del día, durante todos los días del año. Los profesionales a cargo son los educadores sociales, quienes cuentan con la especialización técnica para poder ayudar y acompañar a los menores. “Si de cada 50 salvamos dos… Bueno, ya es un éxito. Son dos personas que han sabido aprovechar el recurso”, concluye Llamoza.

Protección a la infancia: datos

Los CRAE y los CREI, por lo tanto, son centros con unas funciones sociales claves. Por eso, las diferentes Comunidades Autónomas destinan parte de sus recursos al desarrollo y soporte de estos espacios.  

Por lo que respecta a Cataluña hay dos tipos de centros principales: los centros propios y los concertados. Los mayoritarios vendrían a ser los concertados, con un total de 78 centros y 1.384 plazas; mientras que, por el contrario, los centros propios aglutinan 23 centros y 494 plazas. Por lo tanto, su totalidad quedaría representada por 101 centros y 1.878 plazas

 

Los motivos de asistencia más frecuentes se corresponden a tres situaciones: en primer lugar sería la de desamparo; la siguiente sería por solicitud de los propios padres o tutores legales; y en última instancia, otro de los motivos de asistencia, sería por decisión de un organismo judicial, de la mano de una jueza o juez. 


En este caso, se ha optado por destacar los datos que hacen referencia a Cataluña, ya que, según el Estudio de los centros de acogimiento residencial para niños/as y adolescentes en el ámbito de la protección en España es la CCAA con más menores viviendo en estos centros (4.246). Además, según el boletín de datos estadísticos de medidas de protección a la infancia, representa el 24,99% de todos los acogimientos residenciales de España.

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A su vez, Cataluña se posiciona como la comunidad con más Centros de Protección con un total de 262 centros, 4.639 plazas y una media de 18 plazas. Le siguen Andalucía con 211 centros, 2.252 plazas y una media de 11 plazas; y en tercer lugar la Comunidad Valenciana con 117 centros, 1.582 plazas y 14 plazas de media. Estos datos son extraídos del Estudio de los centros de acogimiento residencial para niños/as y adolescentes en el ámbito de la protección en España y ayudan a entender la proporcionalidad entre centros y plazas. Julio Jiménez, educador social en la Fundación EVEHO, aclara que, cuantas menos plazas haya en un centro, mejor, porque así se puede atender a los jóvenes y al proceso personal de cada uno de ellos de forma más específica. Considera que los recursos tienen que ser de máximo 20 plazas para que sea óptimo su funcionamiento. 


Uno de los datos en el que se ha querido enfatizar para desestigmatizar los prejuicios es el que atañe a las nacionalidades de los menores de acogimiento residencial. En este apartado, gracias a los datos de RTVE, se puede apreciar cómo la mayoría de los menores son de nacionalidad española (9.245). A su vez, los hombres tienen más presencia, pero tampoco con mucha diferencia. Mientras que en los de nacionalidad extranjera (7.746) hay más diferencia entre hombres y mujeres, siendo el género masculino los de mayor representación. Siguiendo esta línea, esta mayoría varonil se representa con jóvenes de entre 15 y 17 años con un porcentaje que asciende al 56%.

CRAE en el Área Metropolitana de Barcelona

En toda Cataluña hay diferentes centros de protección para la infancia y adolescencia. Se separan en función de la edad y el caso de cada menor. Aparecen los centros de acogida, los centros residenciales de acción educativa (CRAE) y los centros residenciales de educación intensiva (CREI).

En todo el territorio catalán hay un total de 101 Centros Residenciales de Acción Educativa (CRAE), pero solo en Barcelona, tanto en ciudad, área metropolitana o comarcas, se concentran más de la mitad del total de estos centros. Jordi Pastor, trabajador del CRAE Mare de Déu de Fàtima, es uno de los tantos profesionales que trabaja en este tipo de centros. Para él, la clave para el éxito en el trabajo es crear un vínculo efectivo: “Somos las personas que más frecuentemente ven, incluso más que un profesor. Entonces, si tú consigues que dentro de su casa (el CRAE), puedan conseguir ese vínculo con el adulto, es una batalla ganada”. Hecho fundamental debido a la dificultad de los residentes para generar vínculos de forma sana.

Para el entrevistado, el plano emocional es el más complejo, debido a que no solo cada individuo tiene unas necesidades ligadas a la vida que han tenido, sino por la amplia variedad de edades. Por consiguiente, esto hace que la atención y explicación de todo lo que ocurre no sea homogénea, teniendo que lidiar con los problemas de transmitir efectivamente por qué están en un CRAE y todo lo que conlleva.

Pastor enfatiza que los jóvenes están en una situación de desamparo que abarcan desde la nula escolarización, malos tratos, abusos, entre otros eventos traumáticos. Él considera que a los niños ya se les victimiza, que son protagonistas de una situación que muchas personas no son capaces de comprender: “Tú dices que trabajas en un centro de menores y ya se piensan que son traficantes de drogas”. Asimismo insiste en que hay que protegerlos, pero no dejando que se sientan víctimas, esto porque: “El niño se acaba auto victimizando y entra en un bucle de autoexclusión”.

Esto ha provocado que la carga emocional sea muy elevada para Jordi, desde lo más negativo, como el hecho puntual de escuchar de la boca de un niño de 5 años que desea morir, hasta toda una historia de vida de un joven de 10 años. Pero para él eso pasa a un margen cuando llegan esos momentos de llorar de la risa, de sentirse “súper orgulloso” cuando un chico le dice que ha aprobado un examen o que ha logrado sacarse la ESO: “Cuando te viene un chaval así, orgulloso de sí mismo. Cuando ocurre algo así, no te cabe el corazón en el pecho”.

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